Mi padrino Trinidad tenía un caballo pinto llamado el Xochipal. Yo le decia: padrino ese caballo vale mucho dinero, lo usan en películas del Oeste y él reía.
Una ocasión visité a mi padrino y lo vi en la calle con la ropa con la que había salido al campo a trabajar y le dije: padrino, usted como viene vestido parece vagabundo y el volvía a reír.
Mi padrino siempre fue risueño. Muy difícilmente se enojaba y eso me hacía sentir bien en su casa. El era hermano de mi padre y vivía en un pueblo llamado Apipilulco. A este poblado se llegaba por ferrocarril y también por la corrida, que no era otra cosa que un camión de pasajeros que partía desde Iguala. Pasando Atlixtac se hallaba Apipilulco. El lugar era muy caliente y lo que más había allí eran árboles de tamarindos. Un río era el límite entre el pueblo y los cerros desde donde se dominaba El Plan que era un extenso territorio dedicado a la agricultura. No era que no se sembrar a en otros lugares pero el Plan era el Plan y allí sembraban los que tenían más dinero.
Acompañé a mi padrino durante muchos años. El todavía no tenía hijos con mi madrina y me la pasé muy contento con ellos. Iba con el al campo y al rancho. Cuando íbamos al rancho íbamos muy temprano. Nos parábamos a las cuatro de la mañana. Mientras mi madrina hacía el café para el desayuno yo lo acompañaba a traer agua al pozo. El cargaba los botes con aguantadores y yo acarrea a el agua con una cubeta. Cuando terminábamos de desayunar emprendíamos el camino hacia Atlixtac y luego continuabamos hacia el Sifón. El amanecer nos sorprendía en el rancho y mi padrino ordeñaba las vacas. Yo por mi parte quería ordeñar vacas pero mis dedos no tenían la fuerza suficiente para inmobilizarlas ni mucho menos para apretar las chichis de sus ubres y hacer que se precipitar a su leche en las cubetas. Una vez yo quise ser vaquero como mi padrino. Agarré el bozal del Xochipal y fui a buscar al caballo al campo. Lo encontré por las tierras del Sifón. El animal estaba junto con otros caballos en una loma. Pasaban y movían sus colas espantados las moscas. El Xochipal me oyó llegar. Paro sus cifejas pero siguió comiendo. Parecía tranquilo, relajado como cuando mi padrino se le acercaba. El le chiflaba, el caballo relinchaba moviendo su cabeza en señal de aceptación y listo, se dejaba poner el bozal y mi padrino entonces lo montaba. Vistas así las cosas era muy sencillo someter al Xochipal. Yo le chifle, el caballo movió su cabeza, yo me le acerque, el animal relincho y emprendió la carrera alejándose de mi. Entonces lo persegui y de no ser porque desistí de mi empeño todavía lo seguiría correteando por lis caminos y los campos del Sifón.
Al llegar a la casa de mis padrinos, mi madrina sabiendo de antemano que no conseguiría nada me dijo:
Hijo, ve a la troje. Junta unos cuartillos de maíz y con ese dinero ve con Ordiricos a
comprar unas paletas de hielo o unos bolis porque está haciendo mucha calor. Ordoricos realmente era un señor que se llamaba Federico y era el dueño de la paleteria del pueblo.
Al regresar de la tienda de Ordoricos mi madrina me conento: hijo, mañana quiero ir a iguala al doctor, quieres ir conmigo?
Yo le conteste que si, pero le pregunte: madrina y en que nos vamos a ir. En el tren o en la corrida. Mi madrina me respondió : en la corrida hijo es más rápido. Yo le dije : madrina con que doctor va a ir, con el doctor que está cerca del mercado o con el medíco que tiene su consultorio atrás de la terminal de autobuses por donde éstos salen de reversa. Mi madrina se me quedó viendo y me dijo abiertamente: por supuesto hijo que pkr donde los carros salen de balgas y reímos mucho por su contestación.
Íbamos a Iguala seguido y una vez mi madrina me preguntó si ya me habían confirmado. Me quedé pensando y le contesté que no que no había tenido la oportunidad. Yo ya había hecho mi primera comunión en Cuernavaca. Mi nadrina al enterarse de que yo no había cumplido con ese sacramento de la iglesia me inscribió en la catedral de iguala para que ne confirmara el obispo.
Me confirmaron una mañana. Yo llevaba un pantalón rojo y una camisa blanca. Me dijeron que antes de pasar con su ilustrisima debía confesarme por que yo ya podía comulgar. Me indicaron unos confesionarios y devotamente me acerqué a ellos. Confesé los que creía eran mis pecados, le dije al padre que quería su perdón y no me contestó Ne intrugue más al no escuchar unas palabras por mi confesión y entonces me atreví a asonarne en el confesionario pero no había nadie.
Cuando nos llamaron a que pasáramos al frente con el obispo el prelado me vio y le llamó la atención que los colores de su vestimenta eran iguales a los míos Se me quedó mirando y me dijo: esos colores solo yo los uso sin embargo te lo voy a dispensar. Quiero preguntarte yconfesaste yo asentí con la cabeza. El me comentó : si no te has confesado tendrás que hacer de nuevo la confirmación pero te creo.
Yo me confesé no con el padre pero me confesé.
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